martes, 20 de noviembre de 2018

BIENAVENTURADOS LOS IGNORANTES

Es lindo ver amanecer en Huelva cuando uno es ajeno al proceso de exterminio que nuestra ciudad y su entorno natural llevan sufriendo durante décadas. Es placentero tener la certeza de que todo marcha bien en la vida, sin pensar en el veneno que respiran nuestros hijos a costa de los millones de euros que generan las industrias químicas del polo. Que tranquilidad otorga el saber que el Sol va a salir por donde siempre y que siempre va a ser así, a pesar de esa montaña blanca que sigue elevándose en nuestras marismas y que un día llegará a privarnos del amanecer que llevamos viendo desde el primer día.

Es hermoso pasear por nuestro casco histórico, sabiendo que hace más de cinco mil años nuestros antepasados ya forjaban metales algunos metros más abajo de nuestros pies, a pesar de que hoy sólo sepamos de ellos a través de los libros. Es fascinante imaginar el remoto pasado de Tartessos cuando no nos han permitido contemplar ni un solo sitio arqueológico, pues todos han sido expoliados, destrozados y enterrados de nuevo, como consecuencia del codicioso interés de las constructoras. Que bonito es escuchar a tantos turistas y visitantes hablar divinidades de nuestra ciudad, aunque a veces las dudas se adueñen de nuestro juicio, de nuestro sentir.

Es un motivo de júbilo el haber contemplado a decenas de miles de onubenses celebrando los éxitos deportivos de la que puede ser la última de nuestras grandes herencias, pese a que en los peores momentos sólo algunos cientos decidieron sacar sus banderas a las calles. A uno lo llena de orgullo el saber que en su ciudad aún se asienta el equipo de fútbol más antiguo de España, aunque a veces no sepamos ni tan siquiera si le toca jugar hoy, o si milita en la A o en la B, o si le quedan apenas veinte días de existencia. Y se me sale el corazón del pecho cuando veo una sola camiseta albiazul, a un solo recreativista entre tantos miles de onubenses, y resulta que es mirado como un bicho raro en su propia tierra. O que una sola bufanda decora la parte trasera de un solitario coche, que no es otra cosa que un hermano llevando al recreativismo por los caminos de la incertidumbre, pero al Real Club Recreativo de Huelva en su corazón.

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